Artículo de opinión de Benedict Rogers en el Huffington Post del Reino Unido

En el nombre de Confucio es una película que deberían ver todos los que están implicados tanto en política china como en política de la enseñanza.

~ Benedict Rogers, Vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Partido Conservador británico

En el nombre de Confucio: Cómo China está invadiendo las universidades en occidente con propaganda comunista

Por: Benedict Rogers

Hace quince años, viajé a Qufu, el lugar donde nació el filósofo más famoso de China, Confucio, que vivió desde 551-479 aC. He estado viviendo y viajando a lo largo y ancho de China, incluyendo Hong Kong, durante gran parte de la década pasada y quise conocer el origen de la extensa sabiduría ancestral de la cultura china antes de regresar a Gran Bretaña.

Un amigo chino me dio una copia de “Las Analectas” de Confucio; una recopilación de sus pensamientos. Sonreí al leer que: “mientras los padres están vivos, el hijo no debería recorrer una gran distancia yendo al extranjero. Si va a emprender un largo viaje, debe confirmarle a sus padres el destino definitivo al que se dirige”. Tenía 18 años cuando fui a China por primera vez, para pasar seis meses enseñando inglés en Qingdao antes de entrar en la universidad. Confucio se sentiría aliviado al saber que mis padres estaban enterados.

“El descuido de la cultura moral, el desprecio por el aprendizaje, la renuencia a defender una causa justa y la incapacidad de corregir lo que está mal. Éstas son las cosas que me preocupan”, dijo Confucio. Hoy, estas son cosas que también me preocupan. En particular, dentro de China y entre aquellos de occidente que reverencian a los gobernantes de China.

Hoy, China es como un matón, viola gravemente los derechos humanos de su propio pueblo, a la vez que despliega ampliamente una red de corrupción alrededor del mundo que silencia a la oposición y extiende su influencia. Lo ha logrado a través de los negocios, ‘internet trolling’, diplomacia y en los casos más extremos llegando a secuestrar críticos de otros países. Pero una de las herramientas más sofisticadas y peligrosas que posee China es el uso inapropiado del nombre de Confucio.

Según la página web oficial del gobierno chino, ahora existen 500 “Institutos Confucio” en todo el mundo – con el objetivo de alcanzar los 1.000 en 2020. En 2015, su presupuesto fue de 310 millones de dólares, y del 2006-2015 China gastó $ 1,85 mil millones en Institutos Confucio. En la superficie, estos institutos existen para enseñar el idioma chino y para promover la cultura china – un equivalente chino del ‘British Council’, de los ‘American Centres’ o de la ‘Alliance Francaise’. Sin embargo, a diferencia de sus homólogos occidentales, los Institutos Confucio están directamente financiados y controlados por el gobierno chino, pero totalmente integrados en universidades de todo el mundo, lo que permita que China ejerza su poder sobre los contenidos del programa. Además, mientras que los equivalentes occidentales, en diversos grados, existen para promover los valores democráticos, los conceptos de una sociedad abierta, el pensamiento crítico, el imperio de la ley y fortalecer la capacidad de la sociedad civil, los institutos Confucio son la antítesis, esforzándose para difundir la Propaganda del Partido Comunista y silenciar las voces que discrepan.

Esto ha sido expuesto en un nuevo documental, En el nombre de Confucio, escrito y dirigido por la cineasta canadiense, nacida en China, Doris Liu. La película de 52 minutos narra como una profesora china llamada Sonia Zhao, sale de China para ocupar un puesto en un Instituto Confucio de Canadá. “Pensé que el Instituto Confucio era una organización cultural”, aclara. Sin embargo, rápidamente descubrió que, como empleada, incluso en un país democrático occidental, se sentía nerviosa “todo el tiempo”, preocupada por si lo que decía causaría problemas. “Tenia que pensarlo dos veces antes de decir cualquier cosa”.

La parte más importante de la historia de Sonia Zhao, es el hecho de que ella es una practicante de Falun Gong, una creencia espiritual de la escuela Buda que enfatiza la verdad, la compasión y la tolerancia. Desde 1999, Falun Gong está siendo gravemente perseguido por el régimen chino, porque se volvió tan popular que, según las estimaciones, lo practicaban 70 millones de personas – y para un régimen que se inquieta cuando la gente se reúne en grandes concentraciones suponía una amenaza. A pesar de que Falun Gong es un movimiento espiritual pacífico, fue reprimido con brutalidad, lo que dio como resultado que cientos de miles de practicantes fueran encarcelados, muchos murieran después de se torturados o víctimas de la práctica salvaje de la extracción forzada de órganos.

“Yo había estado ocultando mi creencia durante muchos años”, dice Zhao ante las cámaras. “Pero no esperaba que después de salir al extranjero, a un sitio que creía libre, todavía siguiera sujeta a restricciones”. Durante la reconstrucción del momento en que firmaba su contrato de trabajo, Zhao – interpretada por la actriz canadiense de origen chino y destacada activista por los derechos humanos, Miss Mundo Canadá, Anastasia Lin – descubre que el Instituto Confucio prohíbe a los profesores ser practicantes de Falun Gong – o relacionarse con ellos. Temas como el Tíbet y Taiwán también deben evitarse. “Los Institutos Confucio han exportado la persecución de China contra Falun Gong a países extranjeros de una manera encubierta”, argumenta Zhao.

El documental muestra la propaganda comunista existente en los libros de texto, de los Institutos Confucio, que son usados en las escuelas y universidades de los países demócratas de occidente. La literatura que fomenta las enseñanzas del Presidente Mao están siendo enseñadas a los niños en Toronto, por ejemplo. Como dijo uno de los padres, “algo así no debería existir en un país democrático, simplemente”.

Pero la lista no acaba ahí. Un cantante estadounidense, que estudia en la Universidad de Michigan, entona alegremente una canción china en una función del Instituto Confucio, con estas palabras: “Cantan sobre sus nuevas vidas, cantan sobre el gran partido. ¡Oh, Presidente Mao! ¡Oh, Partido! Ustedes inspiran a la gente de este país”.

Los funcionarios en Beijing no hacen mucho por ocultar el verdadero propósito de los Institutos Confucio. En gran medida son independientes de las universidades que los albergan. Estos institutos son controlados desde Beijing, con una constitución y estatutos elaborados por el régimen chino con escasa transparencia. Xu Lin, Directora General de la sede central del Instituto Confucio, conocido como ‘Hanban’, dice ante la cámara que su trabajo es “una pieza importante de nuestro poder blando. Queremos expandir la influencia de China “. En una vulgar muestra de poder, agrega: “Las universidades extranjeras trabajan para nosotros”.

Quizás la parte más impactante de la película de Doris Liu es la ingenuidad y la complicidad abierta y desvergonzada, de algunos académicos occidentales. En una entrevista sorprendente, Patricia Gartland, presidenta del Instituto Confucio de Coquitlam, y Melissa Hyndes, presidenta del Distrito Escolar local, alaban el éxito de su tarea y desmienten que se corra riesgo alguno. “Nunca tuvimos preocupaciones de ningún tipo”, dice Gartland a Liu. Cualquier polémica, añade, es simplemente el resultado de la “xenofobia”.

Cuando Liu pregunta si las organizaciones académicas occidentales deben aceptar fondos de los gobiernos que no respetan los derechos humanos, Gartland simplemente se muestra en desacuerdo con la premisa de la pregunta. Y cuando se les plantea una pregunta sobre la persecución religiosa en China, las dos funcionarias de la educación canadiense dan por finalizada la entrevista. El entonces presidente de la Junta Escolar del Distrito de Toronto, Chris Bolton, es igualmente esquivo a los asuntos en materia de derechos humanos – y cuando las preguntas se vuelven un poco incómodas, le pide a la cineasta que se vaya. Si hubiera cerrado los ojos y no hubiera prestado atención a sus acentos al hablar, pensaría que estos tres eran representantes del gobierno chino.

Sin embargo, la Junta Escolar del Distrito de Toronto no estaba completamente llena de títeres pro-Beijing. Afrontando la evidencia, la junta finalmente votó para dar por finalizada la relación del distrito con el Instituto Confucio. Otras, tales como la Universidad McMaster, han hecho lo mismo. En Estados Unidos, la Asociación Americana de Profesores Universitarios han hecho un llamamiento a la reflexión, aduciendo a no realizar”concesiones inaceptables acordes a los objetivos políticos y las prácticas del gobierno de China”, y dos universidades, en Chicago y en el estado de Pennsylvania, cortaron sus vínculos con los Institutos Confucio – como también lo hicieron al menos otras tres en Europa.

En el nombre de Confucio se centra en Canadá, pero el problema es a nivel mundial. En Gran Bretaña, hay al menos 29 Institutos Confucio, adscritos a las principales universidades tales como la de Edimburgo, Liverpool, Manchester, Newcastle, Nottingham, Cardiff y la University College de Londres. También hay 127 ‘aulas’ Confucio en las escuelas de todo el Reino Unido – enseñando a través de textos, si la película de Liu es correcta, que promocionan el Partido Comunista Chino.

Sin embargo, en un artículo de opinión del suplemento Times Higher Education de 2015, la presidenta del Imperial College, Alice Gast, expresó su deseo de que las universidades del Reino Unido sean “los mejores socios de China en Occidente”. El Reino Unido ocupa el primer lugar entre los países europeos que da la bienvenida a este poder chino -un hecho popularizado por los medios chinos conocido como la “revolución de Confucio”.

Excepto que no es una revolución de ‘Confucio’, sino la exportación de los valores de una dictadura brutal, corrupta y cruel. “Un gobierno opresivo”, dijo Confucio, “debe ser temido más que un tigre”. Necesitamos despertar y detener esta conspiración, antes de que sea demasiado tarde. En el nombre de Confucio es una película que deberían ver todos los que están implicados tanto en política china como en política de la enseñanza. Confucio debe estar removiéndose en su tumba.


Lea este artículo en el Huffington Post: http://www.huffingtonpost.co.uk/ben/in-the-name-of-confucius-_b_14104430.html

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